viernes, 15 de abril de 2011

La gota helada (Por Nicolás Bronzina)

Se levantó de golpe. Estaba traspirado por toda la cara. Había tenido una pesadilla. Irguiéndose se sentó sobre la cama, estuvo cinco minutos así. El cuarto donde se encontraba era oscuro y con un techo bien alto, como si al ver arriba no se lo descubriera. Frente a él, un cuadro. No sabría bien como describirlo. Por la poca luz que entra por la ventana se puede observar que es una señora sentada en un sillón. Al cabo de un rato se decidió a ponerse de pié y caminó un momento por allí como si estuviera buscando algo, iba y venía cada vez más apresurado. Se detuvo frente a la ventana. Un inmenso bosque se erguía al rededor y, a lo lejos, la luna. Miró por un rato hasta que se dio vuelta y salió por la puerta. Estaba apurado, pero tampoco sabía el por qué. Su cuarto se encontraba en un primer piso al fondo de un inmenso pasillo. Caminó por él sin mirar detrás. Subió por las escaleras hasta llegar al desván. Otra vez miró por la ventana, ahora daba hacia el otro lado. Se lo notaba nervioso, una gota helada le calló por la frente y golpeó el piso. Del desván bajó hacia la planta baja y se dirigió a la cocina. Tomó un vaso, lo llenó de agua y lo bebió en un trago. Sentía que algo raro pasaba. Nunca sintió el silencio como esa vez. Un silencio de muerte que le daba escalofríos en la parte de atrás del cuello. Se dirigía al cuarto y de pronto, sonó el timbre. "¿Quién podría ser?" se preguntó. Bajó la escalera y al llegar a la puerta principal tuvo miedo. No quiso asomarse. No dijo nada. Tomó impulso y abrió la puerta. Nadie. No había nadie allí. Cerró la puerta y volvió a su cuarto. Se recostó en la cama y antes de poderse dormir, sonó de nuevo el timbre. Ahora si. Corrió hasta la puerta y al abrirla no encontró nada ni nadie. Enojado, echó un grito y luego de unos segundos las copas de los árboles movidas por el viento le respondieron. Cansado, por segunda vez subió donde su cuarto y metiéndose en la cama se durmió. Al rato volvió a levantarse. Al lado de él, a pocos centímetros, una figura lo miraba. Oscuridad. Nada más que oscuridad. Había muerto.

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