miércoles, 8 de junio de 2011

"Pequeños Intrusos" por FLIT. (autor semianónimo)

     Habitábamos serenamente en su cabeza, esperando que las cosas siguieran siempre iguales: sin preocupaciones inminentes. De vez en cuando se cometía alguna falta al reglamento, como podía ser asomarse al exterior de la mata de cabellos, o mordisquear demasiado fuerte el cuero cabelludo. Pero se solucionaba de forma rápida castigando al impertinente que se rebelaba frente al sistema u olvidaba una que otra regla de seguridad. También se establecieron pautas de convivencia, por las cuales no se permite a ningún ftiráptero irrumpir en la zona de extracción de sus conciudadanos, ya que cada uno tiene la suya, ni tampoco colgarse del cabello ajeno (lo cual me parece de lo más innecesario con la cantidad de cabellos que hay). Está prohibido poner huevos en lugares públicos y a la vista de todos, y solo se permitiría adherir los huevos al propio cabello; esta pauta es principalmente para que no se confundan los futuros críos.
      Se estableció también una pauta que expresaba claramente que las hembras y machos que quisieran relacionarse deberían ir a los lugares mas apartados de la cabeza o a centros de apareamiento, aunque a ésta pauta se le hace mucho la vista gorda.
      He escuchado de otras cabezas donde reina el descontrol y la discordia. Los dueños se rascan todo el tiempo porque no hay ningún control sobre los horarios de extracción de sangre, y a demás los habitantes andan saltando y moviéndose todo el tiempo, lo cual hace imposible el desarrollo de la sociedad.
      Hay otras donde apenas uno se instala buscando vivir cómodamente aparece uno de esos enormes artefactos metálicos manejados por los humanos que nos atrapan entre sus largas fibras (digo esto porque me ha pasado alguna vez). Luego nos echan al mismo lugar donde defecan o por un oscuro conducto a donde cae el agua, y a veces simplemente te aplastan con sus enormes uñas. Por suerte nunca me aplastaron, o por lo menos no totalmente, y digo por suerte porque mis habilidades para escurrirme no fueron suficientemente buenas como para alejarme sano y salvo de esos enormes seres abominables.
     Dicen que somos parásitos, que nos aprovechamos de los demás y usurpamos cabezas sin permiso. Pero si no podemos vivir ahí, ¿Dónde podríamos? Es la situación que le toca enfrentar a mi especie, y a veces me gustaría que alguien pudiera comprendernos. Creo yo que nos llaman de esa manera por simple ignorancia e indiferencia. A demás, no le hacemos mal a nadie. Solo damos un poco de comezón.
      En fin, como iba diciendo, habitábamos pacíficamente en su cabeza y funcionábamos como una sociedad ideal. Nuestra presencia se hacía cada vez menos notable conforme pasaba el tiempo, y todos trabajábamos duro para cumplir las reglas. Pero un día, sin previo aviso, nuestro anfitrión decidió asistir a uno de esos lugares donde destruyen nuestro hábitat, esos infiernos llamados “peluquerías”. Como se imaginarán no esperamos a que fuera demasiado tarde, y tuvimos que recurrir a la opción mas drástica. Ante un ataque próximo cavamos por el cráneo directo hacia el cerebro, en donde pudimos tomar el control total de su cuerpo. Nunca entró en la peluquería, ni lo hará mientras nuestro pueblo exista.
      Hoy en día su larga cabellera cuelga suelta desde los capilares hasta pasar las rodillas, casi tocando el piso.

(Si tenés un cuento y querés que otros lo lean, mandame un mail a nicobronzina@hotmail.com)

1 comentario:

  1. se me ocurren muchas cosas a las que el autor podría estar haciendo apología de, pero conociéndolo seguro es cuento boludo que alguien que vive dentro de su cerebro le ordenó publicar.

    Manu

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